La culpa fue de las perdices.


En este cuento no había ni príncipes ni princesas, solo dos personas que jugaban a intentar quererse sin saber muy bien cómo. Tampoco hubo un villano que pusiera la historia patas arribas al que echar las culpa de las tragedias de un reino fantástico que claramente nunca existió.

No era un cuento, porque fue nuestra historia real y por mucho que me gustaría ser una princesa y que tú hubieses sido mi príncipe azul, al caer la noche seguíamos siendo solo dos críos con una historia no apta para menores. Nos vino grande el querer intentar unir, costará lo que costará, dos piezas que no eran ni siquiera del mismo puzzle. 

Jugábamos a querernos sin comprender que el amor es un juego de equipo. Que el yo te quiero más, -No yo más, no debería haber estado cargado de la competitividad que escondían nuestras palabras. Es por eso, que en vez de amantes, nos convertimos en rivales jugando a ver quién era capaz de pegar más y más duro. 

No estábamos preparados para reconocer desde un principio que tú no eras lo que yo esperaba, y que yo no era lo que merecías tener. En el fondo de todo, lo sabíamos pero seguíamos esperando que aunque no fuese un cuento apareciese un hada madrina que con un golpe de varita solucionase todos los problemas.

Esperamos y esperamos, y al final apareció alguien pero no era lo que ninguno imaginaba. Apareció una nueva boca en la que quise perderme  y finalmente me perdí, intentando buscar lo que ya no encontraba en ti. Ambos sabemos que te fallé, a pesar de que tú nunca me quisiste culpar y preferiste nombrarle a él villano de la historia, cuando solo fue la manzana que decidí morder.

A día de hoy, sé que no estuvo bien y que pude haberlo hecho de mil maneras mejores, pero mentiría si dijera que me arrepiento de lo que hice y sobretodo de lo que supuso. Gracias a eso, obtuvimos el valor de poner las cartas sobre la mesa y darnos cuenta de no es que no tuviésemos un futuro, sino que hacía tiempo que no teníamos ni un presente.

Nunca consintió en quererse más, lo entendimos tarde, cuando no quedaban tiempo, ni fuerzas, ni ganas para una nueva revancha. Jugamos a ser felices y ambos perdimos la partida.

Comentarios

Entradas populares