Hace 4 años, un día como hoy, se paró mi vida. Recuerdo las llamadas perdidas, la visita al hospital, el dolor y nuestra despedida. Tampoco he podido olvidar las pesadillas que me acompañaron meses después, el no poder respirar y el sentimiento de soledad que dejaste.

Durante meses olvidé lo que era ser feliz, como se sentía al sonreír de verdad y de disfrutar de la vida. Sin ti sentía que todo carecía de sentido. Poco a poco, muy lentamente, fui aprendiendo de nuevo, esta vez sola, todo lo que tú me enseñaste. Han pasado años desde que no estas, muchas de esas cosas que me acompañaron han desaparecido, otras, por el contrario, vuelven de vez en cuando, sobre todo en los días nublados.

 Podría seguir enumerando todos los fantasmas que me dejaste, pero este año me he prometido que, aunque siga doliendo, no voy a llorar, que prefiero celebrar todo lo que un día logramos juntos, y que si se tiene que caer alguna lágrima sea por todo lo bueno que vivimos.

Hoy voy a brindar por ti, por lo afortunados que fuimos, por enseñarme que la felicidad estaba en una jarra de cerveza compartida con la compañía perfecta. Por ser el mejor compañero, amigo y caballero andante que podría haber tenido. Brindaré por todos los sueños que cumplimos, y por todos los que nos quedaron por alcanzar, porque en otra vida sé que los lograremos juntos.

Gracias por enseñarme que el único y verdadero tiempo que importa es el tiempo que somos felices, y yo contigo viví mucho.

Eres, has sido y siempre serás lo más bonito que hay.

Te quiero y te extraño con locura,

María

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