Es sábado por la mañana, sigo en la cama mientras el sol entra por la ventana. Solo falta un disco en el portátil y un café ardiendo para convertirse en mi momento predilecto.

El café abrasa mis dedos, la voz de Leiva inunda la habitación y no soy feliz. En cualquier otra época pasada estaría rezando para que el tiempo se parará, para no tener que salir de la cama y romper la burbuja a la vez que mis pies tocasen el frió suelo. Tengo todos los ingredientes para la receta de aquel plato llamado felicidad  y no puedo serlo.

Es un bucle que se repite desde que no estás, no hablo de una ruptura, ojalá, esto es mas jodido. Sé con certeza que no volverás, y no por ti, sé que si pudieras harías lo imposible, lo que no está escrito por volver conmigo. La felicidad decidió abandonarme e irse contigo, lo decidió en el mismo momento en el que tu pie no pisó el freno. A veces me preguntó por qué, qué paso, otras prefiero no saberlo.

El disco sigue sonando, canción tras canción, pero nada consigue callar este silencio. Silencio que no aprieta, si no que ahoga, nunca la calma se había sentido tan jodidamente dolorosa.

Es raro, la paz que este mismo momento me daba. hoy se ha convertido en soledad.

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